"Síndrome de la segunda víctima" por la Dra. Martina Delas


Toda atención sanitaria conlleva riesgos inherentes a la misma, puesto que aun siendo prestada con pericia y de conformidad con la lex artis ad hoc por parte del profesional interviniente, pueden acontecer efectos indeseables, no derivados de la enfermedad subyacente, sino como consecuencia del propio tratamiento médico.

Se define como evento adverso (EA): Daño o complicación no intencionada que resulta de la asistencia sanitaria, y no responde a la enfermedad o al estado subyacente del paciente, y que provoca una prolongación de la estancia hospitalaria, discapacidad en el momento del alta o la muerte.

La ocurrencia de eventos EA en las instituciones de salud adquiere una connotación negativa desde varios aspectos, uno de ellos la generación de un daño al paciente que puede ser o no reversible, lo que conlleva no sólo repercusiones físicas sino también psicológicas, familiares, sociales, entre otras, constituyendo, según Seys et al.al paciente y su familia en la primera víctima de los mismos, pero también afectan de forma laboral, personal y familiar a los profesionales de la salud que se ven envueltos en ellos (segundas víctimas) y además afectan a la Institución Sanitaria (tercera víctima) disminuyendo su prestigio entre la población.

El término síndrome de la segunda víctima (SVS), acuñado por Albert Wu en el año 2000 y perfeccionado por Scott et al. En 2009, describe el estado de ánimo de un proveedor de salud cuyo paciente ha sufrido un evento adverso, un error médico o una lesión relacionada con la atención como primera víctima. “Las segundas víctimas son aquellos profesionales sanitarios implicados en un evento adverso inesperado, en un error médico y/o en una lesión relacionada con el paciente y se convierten en víctimas en el sentido que quedan traumatizados por el evento. Frecuentemente estos individuos se sienten personalmente responsables por la evolución del paciente. Muchos sienten que le fallaron, cuestionándose su competencia y su base de conocimientos”

Las segundas víctimas, tras el EA, podrían llegar a presentar emociones negativas o angustia emocional, problemas de sueño, sentimientos de remordimiento y autocastigo, culpa, incapacidad, ira y vergüenza, ansiedad y depresión; transfiriendo también a la vida personal, y pudiendo provocar la pérdida de confianza en sus habilidades profesionales (Mira et al., 2015). Cada segunda víctima tendrá perspectivas, necesidades y emociones únicas relacionadas con el evento, y los síntomas pueden ocurrir en varias líneas de tiempo después del evento.

Con la realización de un estudio cualitativo titulado, “The natural history of recovery for the health care provider second victim after adverse patient events” en el que participaron 31 profesionales de la salud se pudo describir el fenómeno de las segundas víctimas como un hecho que altera la vida del profesional y deja una huella permanente en el mismo.

Todos los participantes describieron tras la ocurrencia de un evento adverso las mismas etapas de recuperación por las que atravesaron y en todos ellos se identificó el concepto de triggering que consiste en revivir el suceso traumático cuando el recuerdo de este es activado por un estímulo externo relacionado con el evento experimentado como la localización exacta en la que vivió el evento adverso, el mismo nombre del paciente o un mismo diagnóstico o situación clínica. Esto tiene como consecuencia que el profesional vuelve a experimentar los mismos síntomas físicos y psicológicos que tuvo en el pasado.

Síntomas de la segunda víctima

Scott dividió la progresión en las siguientes seis etapas:
En total, se identificaron 6 etapas de las cuales las 3 primeras ocurren justo después de la vivencia del evento adverso y pueden experimentarse de manera simultánea o de forma secuencial.

- Respuesta al caos y al accidente: se anota el evento adverso y el proveedor realiza las tareas de atención del paciente emergentes requeridas para estabilizar la condición.
- Reflexiones intrusivas: una vez que el paciente se ha estabilizado, el proveedor se preocupa, reflexiona y reproduce mentalmente el incidente durante días, semanas, meses o años. Esto a menudo interfiere con la vida personal y profesional de los proveedores.
- Miedo al rechazo versus buscar confirmación: el proveedor se preocupa por las percepciones de los demás sobre lo que sucedió y que otros puedan dudar de su competencia. Pueden confiar en compañeros de confianza, buscando la afirmación de que el mal resultado no fue del todo culpa suya y pueden tratar de identificar otros factores que contribuyeron al resultado adverso.
- Soportar la inquisición: las partes administrativas o legales pueden investigar el incidente, como la revisión por pares, la revisión de mejora de la calidad, las investigaciones de las juntas de licencias o los juicios. Los proveedores perciben estas revisiones como inquisiciones de su competencia.
- Primeros auxilios emocionales: el proveedor se conecta con un colega, mentor o profesional de la salud mental para ayudar a procesar el evento.
- Disposición final: a largo plazo, un proveedor puede abandonar, sobrevivir o prosperar después del evento.

  • Abandonar: los proveedores dejan su trabajo, especialidad o atención clínica por completo.
  • Sobrevivir: los proveedores permanecen en su empleo, pero el evento y el resultado adverso los atormentan y continúan teniendo síntomas de SVS duraderos.
  • Prosperar: los proveedores adoptan una mentalidad de crecimiento y eligen convertir la experiencia en una que mejore los procesos de los sistemas para beneficiar a futuros pacientes y proveedores. Por ejemplo: iniciativas de mejora de la calidad o sistemas de apoyo mejorados para los proveedores después de un evento adverso.

                                                    

Como se mencionó anteriormente, estos síntomas posteriores al evento caen en un espectro de gravedad y tiempo de resolución. Estudios cualitativos posteriores demuestran que muchos proveedores no progresan en este orden o incluso experimentan todas las etapas de manera consistente. Además, existe una amplia variación en el tiempo que los proveedores dedican a cada fase.

Una revisión sistemática reciente de 18 estudios en los que participaron 11.649 proveedores de atención médica que padecían SVS encontró la siguiente prevalencia de síntomas:

- Recuerdos perturbadores (81 %, intervalo de confianza [IC] del 95 % = 46–95)
- Ansiedad/preocupación (76 %, 95 % IC = 33–95)
- Ira hacia ellos mismos (75 %, 95 % IC = 59–86)
- Arrepentimiento/remordimiento (72 %, 95 % IC = 62–81)
- Angustia (70 %, 95 % IC = 60–79)
- Miedo a futuros errores (56 %, 95 % IC = 34–75)
- Vergüenza (52 %, 95 % IC = 31–72)
- Culpa (51 %, 95 % IC = 41–62)
- Dificultades para dormir (35 %, 95 % IC = 22–51)

El autor Denham propone cinco correctos que todo profesional de la salud y directivo debe considerar cuando un paciente sufre un daño a consecuencia de un evento adverso en el que se ha visto involucrado un profesional que puede convertirse en segunda víctima.

Estos son recordados por el acrónimo inglés TRUST:

- Tratar al profesional con una cultura no punitiva (Treatment that is just culture)
- Respeto (Respect)
- Comprensión y compasión (Understanding and compassion)
- Apoyo al profesional y cuidado (Supportive care)
- Comunicación del error, transparencia del mismo y aprendizaje (Transparency and the opportunity to contribute to learning)

Las organizaciones sanitarias con una cultura de la seguridad positiva, aceptan que las técnicas y procedimientos realizados en el ámbito sanitario son de alto riesgo y, por ende, se van a producir errores, pero abordan los Efectos Adversos desde un punto de vista proactivo y basado en el aprendizaje del error.
Habiendo mencionado lo anterior, queda claro lo relevante e imprescindible que resulta la contención del profesional luego del desarrollo de un suceso de esta índole. Sin embargo, si la persona se encuentra dentro de una institución atravesada por un paradigma enfocado en las personas, el error probablemente tienda a magnificarse y cronificarse (Portela et al., 2018), reforzando la sintomatología del paciente.

La mayor parte de las segundas víctimas refiere que el apoyo más valorado es el de los compañeros de trabajo, no obstante, es el que menos se encuentra. En gran parte la respuesta de estos últimos depende mucho del paradigma que atraviese la institución. Muchas instituciones con un enfoque sistemático promueven la empatía y el acompañamiento a la segunda víctima. Intentan dejar en claro que todos pueden fallar; apelan al desarrollo del entendimiento y aspiran a que las personas puedan concientizar que cualquiera puede estar en el lugar indeseado de segunda víctima.

Perfil y formación del personal susceptible de formar parte del equipo de primera línea de ayuda a la segunda víctima

A continuación, se enumeran una serie de habilidades, conocimientos y características que es deseable que reúnan y desarrollen los profesionales que vayan a formar parte del equipo de primera línea de apoyo a las segundas víctimas. Es recomendable que en cada planta, unidad o servicio o equipo exista una persona voluntaria y capaz de ofrecer apoyo a la segunda víctima:
- Capacidad para escuchar de forma activa.
- Empatía.
- Reflexiva, no impulsiva.
- Capacidad de comunicación verbal y no verbal.
- Manejo adecuado del contacto físico en respuesta a las necesidades emocionales del profesional afectado.
- Manejo adecuado de silencios de modo que resulten reconfortantes para la persona afectada.
- Experiencia en el centro.
- Capacidad para discriminar síntomas depresivos de ansiedad y de estrés postraumático.
- Conocimiento del circuito de derivación para aquellos casos en los que se identifica la necesidad un tipo de ayuda más especializada.
- Conocimientos básicos sobre la experiencia como segunda víctima (etapas de recuperación, necesidades, etc.).
- Conocimiento del plan y actuaciones en seguridad del paciente.
- Palabras y acciones claves (que decir/hacer y qué no decir/hacer)
- Capacidad para identificar necesidades específicas a nivel personal, familiar o laboral.
- Actitud respetuosa, evitando en todo momento la elaboración y expresión de juicios de valor.
- Habilidad para compartir de forma respetuosa experiencias propias similares en caso de que puedan resultar reconfortantes para la segunda víctima.
- Capacidad para adoptar una actitud de apoyo fundamentada en la escucha y evitar en todo momento una actitud resolutiva.

Siguiendo la metodología de Scott y su equipo, una estrategia que puede utilizarse para identificar en cada unidad o servicio qué personas reúnen las características deseables para brindar apoyo consiste en consultar al personal asistencial a qué miembro de su unidad acudiría a pedir ayuda en caso de convertirse en segunda víctima.

Se sugiere el siguiente sistema de soporte de 3 niveles:

Etapa 1

Primeros auxilios emocionales proporcionados por un colega o mentor de confianza

Este primer apoyo puede resolver el 60% de los casos e implica una asistencia inmediata posterior al incidente para permitir que los involucrados (si lo desean) informen a tiempo después del incidente antes de regresar a las tareas laborales. Los colegas de confianza deben esforzarse por normalizar los sentimientos del profesional reconociendo que todos los proveedores son humanos, se sienten mal por los errores y/o los resultados adversos del paciente y sufren cuando ocurren estos eventos. Si es relevante, los colegas de confianza también pueden compartir sus propios errores anteriores.

Antes de finalizar el contacto, deberá asegurarse de que el colega tenga referencias para la ayuda emocional, psicológica o profesional que pueda necesitar.

Etapa 2

Apoyo de pares capacitados

El 30% de los casos se resuelven en este segundo nivel.

Esto es administrado por compañeros de trabajo específicos capacitados en la tutoría y el apoyo a los compañeros después de un evento adverso o traumático. Estos pares capacitados realizan un seguimiento en los días y semanas posteriores al incidente para garantizar el bienestar del proveedor y la derivación para recibir más apoyo, según sea necesario.

Etapa 3

Apoyo de profesionales de la salud mental

El 10 % de casos restantes suele precisar asistencia especializada.

Esto debe estar disponible para los profesionales de la salud y se recomienda si los síntomas de la segunda víctima interfieren con su vida profesional o personal o si los síntomas no mejoran o empeoran con el tiempo.

                                                                       

Complicaciones

Se ha demostrado que SVS después de eventos adversos afecta el funcionamiento cognitivo del profesional, con aproximadamente el 79 % informando dificultad para concentrarse. Los proveedores con SVS tenían el doble de probabilidades de reportar agotamiento y deseo de dejar sus trabajos.

Conclusiones

¿Qué necesidades tiene el profesional que experimenta la vivencia de segunda víctima?

Necesita hablar de lo que ha pasado, comprender por qué y saber qué decir y con quién hablar. Además, el profesional no debe sentirse rechazado por compañeros, colegas y jefes. Debe tomarse un descanso emocional descontinuando su labor asistencial ese mismo día. Es muy importante sentirse útil, ver que ayuda a que nunca más vuelva a pasar. Se puede recurrir a asistencia médico legal frente al temor de un posible caso de responsabilidad profesional futuro.

¿Cómo hacemos frente al SVS?

Nuestra salud mental y la forma en la que respondemos al estrés emocional es una parte única de cada uno de nosotros. Procesamos, entendemos, afrontamos y llegamos al otro lado después de una experiencia traumática a nuestro propio ritmo. Su capacidad de afrontamiento puede estar influida por sus circunstancias personales actuales, sus experiencias pasadas y sus valores y creencias fundamentales. La fuerza de las relaciones con los seres queridos y, por supuesto, el autocuidado y el amor propio son esenciales.
Igual de importante que el afrontamiento es la resiliencia. Para ello, hay que adquirir las herramientas necesarias para soportar el evento traumático y aprender a recuperarse de las situaciones difíciles. Darse cuenta de la importancia de una red de apoyo sólida desde nuestros pares y profesionales capacitados. Si no se interviene, las secuelas a largo plazo pueden convertirse en trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresión, pensamientos suicidas o adicciones.

Los anestesiólogos soportamos una importante carga diaria en nuestro desempeño laboral. Las necesidades de los pacientes, las exigencias de la práctica, los requisitos de las familias y las “puntuaciones de satisfacción” de nuestros pacientes y del sistema hospitalario influyen continuamente en nosotros. En la inmediatez del mundo de hoy, con acceso instantáneo a la información por Internet, no se tolera un mal resultado. Los pacientes suelen llegar con su propio diagnóstico, plan de tratamiento y pronóstico de Dr. Google que esperan que se cumpla sin problemas. Esto somete nuestra práctica a un escrutinio cada vez mayor. En otras profesiones, los errores se aceptan más fácilmente y, a veces, incluso se prevén. El desgaste es mayor en la atención médica que en cualquier otro sector. Nuestras expectativas personales siguen impulsándonos a diario. Pero, ¿hasta dónde? ¿Cuándo se pone en peligro nuestra seguridad y la de nuestros pacientes? El control del SVS, en nosotros mismos y en los demás, es un componente de suma relevancia en la práctica asistencial segura.

A nivel institucional (AAARBA) nos encontramos en pleno desarrollo para abordar esta problemática y darle el espacio y los recursos necesarios que permitan gestionar la asistencia y el seguimiento que los colegas afectados necesiten.

 

BIBLIOGRAFÍA